Una de las máximas mas importantes del método Flute Training es precisamente esa: "no escondas tu música". En este post te contamos cómo entrenar tus cualidades como concertista de la forma más sencilla y, cómo no, divertida.
Tocar un instrumento es (o debe ser) una experiencia maravillosa que te produce placer y te hace sentir emociones que nunca antes habías sentido. Hasta consigue ponerte los pelos de punta de vez en cuando, y no hay muchas cosas en el mundo que puedan conseguir esto.
La pena es que la mayor parte del tiempo la pasamos estudiando en casa, encerrados entre cuatro paredes sin más público que los muebles de tu cuarto y, si tienes suerte y no se han hartado ya de escucharte hacer escalas una y otra vez, tu familia o tu compañero/a de piso.
Pero no todo es tocar en la calle. Hay otras opciones que pueden interesarte, sobre todo si vives en un lugar de esos en los que en invierno se ven estalactitas en las farolas. Habla con el párroco de la Iglesia que te pille más cerca y convéncele de que te deje tocar en las mismas de vez en cuando, u organiza un concierto para familiares, amigos y vecinos. En los ayuntamientos suelen tener también salas de conciertos, y suelen estar ávidos de actividades culturales. Proponles un pequeño recital gratuito y te pondrán la alfombra roja por delante.
También puedes aprovechar para hacer una buena obra y pasarte por alguna residencia de la tercera edad a amenizar la mañana o la tarde al público más entregado que tendrás en tu vida.
Si tras verlo no te han dado ganas de comerte cualquier escenario, de interior o de exterior, mi consejo es que pienses en qué es lo peor que puede pasar si lo haces.
La respuesta a esa pregunta siempre es la misma: nada. Nadie va a morir ni a sufrir ningún daño si te equivocas o las cosas no salen como esperabas. Esto viene significando que las consecuencias negativas de que salgas a la calle y toques un rato la flauta son inexistentes, pero las positivas son indescriptibles.
Tocar en público, sea el público que sea, te aportará seguridad en ti mismo/a, confianza, autoestima, felicidad (por el subidón de endorfinas), excitación (por la adrenalina) y, sobre todo, satisfacción. Todo esto además de las tablas que irás ganando con cada actuación. Eso no tiene precio (nunca mejor dicho).
Y, sobro todo, no esperes a tenerlo todo perfecto. Recuerda siempre el dicho: "mejor hecho que perfecto" y ¡lánzate a la aventura!
Tocar un instrumento es (o debe ser) una experiencia maravillosa que te produce placer y te hace sentir emociones que nunca antes habías sentido. Hasta consigue ponerte los pelos de punta de vez en cuando, y no hay muchas cosas en el mundo que puedan conseguir esto.
La pena es que la mayor parte del tiempo la pasamos estudiando en casa, encerrados entre cuatro paredes sin más público que los muebles de tu cuarto y, si tienes suerte y no se han hartado ya de escucharte hacer escalas una y otra vez, tu familia o tu compañero/a de piso.
Tocar solo es necesario, pero aburre
Estudiar en casa es necesario. ¡MUY necesario! Pero es una experiencia de repetición carente de emociones (a no ser que hablemos del aburrimiento patológico). Si estás en el punto en el que tocar la flauta (o tu instrumento) se ha convertido en una rutina de estudiar en casa y tocar en las audiciones del conservatorio una vez cada tres meses, es hora de cambiar el chip.¡Sal a la calle!
Cuando tengas tus estudios u obras avanzadas, ¡sal a la calle!. Hay un montón de lugares en los que la gente agradecerá un poco de música, y te aplaudirán con gusto tengas el nivel que tengas. En una acera cualquiera, en una plaza, a los pies de algún monumento, etc. Si no pones la gorrilla para pedir dinero, no tendrás ningún problema con la autoridad.Pero no todo es tocar en la calle. Hay otras opciones que pueden interesarte, sobre todo si vives en un lugar de esos en los que en invierno se ven estalactitas en las farolas. Habla con el párroco de la Iglesia que te pille más cerca y convéncele de que te deje tocar en las mismas de vez en cuando, u organiza un concierto para familiares, amigos y vecinos. En los ayuntamientos suelen tener también salas de conciertos, y suelen estar ávidos de actividades culturales. Proponles un pequeño recital gratuito y te pondrán la alfombra roja por delante.
También puedes aprovechar para hacer una buena obra y pasarte por alguna residencia de la tercera edad a amenizar la mañana o la tarde al público más entregado que tendrás en tu vida.
¿Y si me da vergüenza tocar en público?
Si te da canguelo tocar en público, lo primero que te recomiendo es que veas el siguiente vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=M1huc543SI0.Si tras verlo no te han dado ganas de comerte cualquier escenario, de interior o de exterior, mi consejo es que pienses en qué es lo peor que puede pasar si lo haces.
La respuesta a esa pregunta siempre es la misma: nada. Nadie va a morir ni a sufrir ningún daño si te equivocas o las cosas no salen como esperabas. Esto viene significando que las consecuencias negativas de que salgas a la calle y toques un rato la flauta son inexistentes, pero las positivas son indescriptibles.
Tocar en público, sea el público que sea, te aportará seguridad en ti mismo/a, confianza, autoestima, felicidad (por el subidón de endorfinas), excitación (por la adrenalina) y, sobre todo, satisfacción. Todo esto además de las tablas que irás ganando con cada actuación. Eso no tiene precio (nunca mejor dicho).
Mejor hecho que perfecto
No esperes a tener un escenario lleno de gente, una gran orquesta detrás, un flautón de 10.000 euros, y las obras aprendidas como el Padre Nuestro para salir a escena. Aprovecha cualquier oportunidad que tengas para que el mundo escuche tu música. Además de ganar experiencia, iras también haciéndote un nombre poco a poco. Si nadie te escucha, nadie te conoce.Y, sobro todo, no esperes a tenerlo todo perfecto. Recuerda siempre el dicho: "mejor hecho que perfecto" y ¡lánzate a la aventura!
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